miércoles, 23 de febrero de 2011

EL EXTRAÑAMIENTO DE LA FAMILIA DE DIEGO DE MENDOZA


Después de que Chávez fuera asesinado por un cacique de los Itatines, dándole un macanazo en la cabeza mientras éste se aprestaba a descansar en una hamaca, los contactos de los españoles con los Chiriguanos en la zona de la Cordillera no fueron pacíficos
Apenas habían pasado siete años de la fundación de Santa Cruz de la Sierra y se presentó la primera crisis de su historia. Ante la violenta muerte de don Ñuflo los vecinos de la joven ciudad se dieron cuenta de que estaban demasiado aislados del poder central para esperar que se designe una nueva autoridad que reemplace a Chaves. Para ello recurrieron a los usos y costumbres de la época y se reunieron en cabildo abierto y nombraron a Diego de Mendoza como capitán de guerra y justicia mayor.Diego de Mendoza era un criollo nacido en Asunción del Paraguay hacia 1540. Muy joven se enroló en la hueste de Ñuflo de Chaves, al que le unía un parentesco político (era su cuñado); participó activamente en el proceso de conquista del Oriente Boliviano. Fue protagonista de la fundación de Santa Cruz de la Sierra y uno de los que tomó la decisión de vivir América históricamente, pues se convirtió en un poblador vertical, es decir, se plantó en la tierra. Aunque la elección de Mendoza se ajustaba a "usos y costumbres" estaba al margen de las normas de un estado centralista que estaba naciendo y que no podía permitirse el lujo de contar con la posibilidad de fuerzas centrífugas. Es por esto que la noticia fue muy mal recibida por las autoridades de la Audiencia de Charcas. Cuando se fundó la ciudad los documentos dicen que está en el "punto más interior de estos reinos", queriendo significar que está en el medio de la nada y lejos de todas partes. Además los burócratas de ese momento empezaron a calificar a los cruceños -que en una buena parte eran mestizos provenientes de Asunción del Paraguay-como "levantiscos" y poco amigos de las normas, pues éstas eran elaboradas por un poder central que estaba demasiado lejano. En esta época Toledo era el virrey del Perú. El rey, conociendo sus "virtudes" y su inquebrantable vocación centralista, lo había enviado a Lima para terminar con el caótico período de las llamadas "guerras civiles". Traía el encargo expreso de reorganizar el virreinato que había quedado prácticamente destrozado y desangrado y fortalecer las autoridades establecidas y, por tanto, el poder centralista del rey. Con esto en mente, Toledo desconoció a Mendoza y nombró en su lugar a Pérez de Zurita.
Era inevitable que este hecho provocara un período de discordias y luchas civiles, pues el vecindario cruceño se dividió entre los partidarios de Mendoza que perseguían los sueños que les había inculcado el fundador y los seguidores del centralismo real (que siempre ha habido de todo), que apoyaban a Zurita. La situación se hacía insostenible, pues las posiciones se radicalizaron hasta el punto de temerse una guerra civil, que podía haber significado el fin de la naciente ciudad. Mendoza, el heredero directo de don Ñuflo, no podía permitir que se dañara a la ciudad de sus amores; la acababa de recibir de manos de sus propios vecinos, por tanto tenía la obligación civil y moral de preservarla. Después de negociar Mendoza decidió dejar la gobernación velando por el bien común. Sabía que debía ser sometido a un juicio, por lo que antes de tomar esta opción obtuvo del virrey Toledo la promesa del indulto y, además, una justa retribución "por los servicios prestados a la Corona". Pero Toledo (que algunos historiadores consideran "el supremo tirano" y otros lo catalogan como "el supremo organizador") no sólo faltó a su palabra sino que, después de un juicio sumario, lo hizo decapitar en Potosí cuando el solo contaba con 29 años. A la familia de Diego la expulsaron y le quitaron sus bienes.

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